A veces el arte es tan grande que es imposible limitarlo a los formatos tradicionales. Cualquier cosa es susceptible de convertirse en un ente singular, distinto, fascinante. Más aún si la «cosa» en cuestión se tropieza con algún mago del arte urbano como es spidertag, el director de La catedral futumétrica. Este artista ha fundido sus originales geometrías de lana con la creatividad desbordante del niño de las pinturas y con el laconismo abstracto de otro compañero de batallas conocido como EC13. En tres días, los tres amigos han transformado las ruinas de un edificio granadino, abandonado, en un espacio lleno de sensores que hacen saltar la emoción estética a cada paso. Street art en estado puro, salpimentado con las turbadoras sentencias de José Val del Omar, como esta: «Dios mío, pero qué ciegas son las criaturas…»
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